Anclas que viajan contigo

Anclas que viajan contigo

sábado, 21 de enero de 2017

Puertas.

Da un maldito portazo de una vez, joder.
Da un portazo que haga que la madera se suelde al marco.
Da un portazo que inutilice las bisagras y el pomo.


Que es cierto eso que dicen de que cuando se cierra una puerta Dios abre una ventana. Pero primero cierra la maldita puerta.
Ahora tírate por la ventana. Suicida todo ese dolor inservible, esa estúpida fantasía de un "cambiará, seguro que esta vez es diferente". Ya has comprobado que no es así, que los cambios como latigazos forman parte de su ser, que su inestabilidad emocional ya no es algo propio del tiempo ni la edad sino que está intríseco en el fondo de su ser.

Que la culpa es enteramente tuya por enamorarte de un cobarde, de un débil que prefiere emociones (que no amores) de cama y plastilina... cuando tú Cocó, tú, solo quieres aquello que es tan puro como un diamante, tan real como un sentimiento.

Y se tomó una libertad que no tenía. La libertad de engañarte, subirte al campanario, mostrarte las vistas del futuro y empujarte a abrazar la gravedad, sin nada a lo que agarrarte, porque tú, ciega en tu confianza, te dejaste el arnés abajo.


Tírate por la ventana. Así, sin paracaídas. Cualquier cosa que pase ahora, porque da por sentado que pasarán, será mil veces mejor que lo que te han hecho vivir. Experimenta la adrenalina que te negaron, grita, baila, sé la loca que una vez te indujeron a no ser.

Porque Cocó, el mundo ahí fuera te merece, y tú lo mereces a él. Busca la pureza y la encontrarás. Te será servida en una bandeja de plata de la que un perro jamás podría haber comido. Y pégate el festín. Que no habrá entonces un siglo mejor que aquel que viva tu felicidad.


Da un portazo y salta por la ventana. Y muere, mata y vive.