Anclas que viajan contigo

Anclas que viajan contigo

miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando los ojos susurran.

Ese momento en el que tú, Cocó, miraste a la debilidad. Ese instante en el que supiste mirar más allá de unos ojos con transparentes lentillas, enmarcados entre densas pestañas teñidas de rímel. Ese fondo de ojo que no era percepción anatómica, sino un sinfín de sonetos para todos los oídos. Y en ese momento la musicalidad del interior de ese frágil cuerpo se proyectaba como película ante tu mirada inquisitiva. Debilidad por título. Sufrimiento por crédito. Así fue como tu estupefacción le erizó la piel. Ahora ambas compartíais el mismo secreto sobre una sola. Pero no pudisteis materializarlo en palabras; (si es que las palabras llegan a estar hechas de algún material menos frágil que el poder de un gesto, una mirada, o una caricia). No pudisteis por el mismo motivo por el cual algunos temen nombrar a la muerte, no vaya a ser que ella se aproxime sin ser llamada.

La debilidad, pequeña Cocó es algo intrínseco al ser humano. Incluso aquellos cuyas vidas relucen tanto que no parece haber rincones en sombra, lágrimas en la almohada o eslabones a medio soldar a las puertas de su palacio de maravilla y frialdad, no se salvan de una humanidad descongelada.

Ten eso presente Cocó; que mientras que algunos parecen fortalecerse descubriendo las debilidades del otro y jugando al escondite con ellas olvidan que la vida no para de jugar al frontón, y de vez en cuando es su vida misma quien pega en revés. Es entonces cuando, sin advertirlo, todo se les llena de oscuridad.


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