Anclas que viajan contigo

Anclas que viajan contigo

jueves, 12 de marzo de 2015

A tres pasos de una carrera.

Como ese día en el que uno de los dos se dio cuenta de la cercanía del precipicio. Y justamente vino a ser aquel que caminaba tan sumamente cerca que escuchaba cómo los pedacitos de tierra comenzaban a desprenderse; evitando pensar que en un futuro ese podría ser el símil de los pedazos de su corazón despeñándose por un barranco en soledad. Miró entonces a los ojos despreocupados de su acompañante, fijos en el frente, llenos de cielo, repletos de esperanza en su camino; demasiado ilusionados como para advertir una mirada preocupada que sólo quiso durar un milisegundo, ya que, irremediablemente, necesitaba el resto del tiempo para asegurar sus pasos.
Cuán curiosa es esa sensación de caminar juntos a un mismo compás desacompasado. Y que aun así suene musical.
Pero es la desventaja de andar bordeando un precipicio circular. Que llega el mareo de la monotonía, la desconfiada confianza en el aventurar lo que ocurrirá en el siguiente paso. Llega el vértigo... a estas alturas. Y entonces comienza el instinto animal. Ése tan intrínseco que tiene el hombre, que antes de ser racional es eso, animal. Y corres. Y eliges. Un lado u otro. No queda otra que esa tangente omnipresente. A un lado el precipitarse a la nada. Al otro un páramo desconocido. Aun chocándote contra tu acompañante, contra una parte de ti, aun no queriendo siquiera elegir un lado u otro...¿Qué catarías tú, pequeña Cocó?


No hay comentarios:

Publicar un comentario