Anclas que viajan contigo

Anclas que viajan contigo

sábado, 21 de enero de 2017

Puertas.

Da un maldito portazo de una vez, joder.
Da un portazo que haga que la madera se suelde al marco.
Da un portazo que inutilice las bisagras y el pomo.


Que es cierto eso que dicen de que cuando se cierra una puerta Dios abre una ventana. Pero primero cierra la maldita puerta.
Ahora tírate por la ventana. Suicida todo ese dolor inservible, esa estúpida fantasía de un "cambiará, seguro que esta vez es diferente". Ya has comprobado que no es así, que los cambios como latigazos forman parte de su ser, que su inestabilidad emocional ya no es algo propio del tiempo ni la edad sino que está intríseco en el fondo de su ser.

Que la culpa es enteramente tuya por enamorarte de un cobarde, de un débil que prefiere emociones (que no amores) de cama y plastilina... cuando tú Cocó, tú, solo quieres aquello que es tan puro como un diamante, tan real como un sentimiento.

Y se tomó una libertad que no tenía. La libertad de engañarte, subirte al campanario, mostrarte las vistas del futuro y empujarte a abrazar la gravedad, sin nada a lo que agarrarte, porque tú, ciega en tu confianza, te dejaste el arnés abajo.


Tírate por la ventana. Así, sin paracaídas. Cualquier cosa que pase ahora, porque da por sentado que pasarán, será mil veces mejor que lo que te han hecho vivir. Experimenta la adrenalina que te negaron, grita, baila, sé la loca que una vez te indujeron a no ser.

Porque Cocó, el mundo ahí fuera te merece, y tú lo mereces a él. Busca la pureza y la encontrarás. Te será servida en una bandeja de plata de la que un perro jamás podría haber comido. Y pégate el festín. Que no habrá entonces un siglo mejor que aquel que viva tu felicidad.


Da un portazo y salta por la ventana. Y muere, mata y vive.

viernes, 5 de agosto de 2016

Muriendo para vivir

A la enésima vez quise creer que no habría segunda parte. A la quincuagésima, una parte de mí tuvo que morir para que yo misma pudiera vivir. Me niego a la creencia de que sin esa parte yo solo vaya a ser superviviente de su naufragio. No habrá un suspiro de antesala al perdón, no habrá una caja de Pandora que guardar en soledad, haciendo de ese hueco la mayor debilidad de mi mente.

Al final aprendes Cocó, que no todos aquellos que prometieron hacer de las yemas de sus dedos algodones con los que tocarte, se librarán de cambiar a su antojo esa suavidad por puntiagudos clavos de hierro oxidado.
También se aprende, que aquello que la vida te quita suele ser mucho peor que lo que la muerte arrebata, porque con la muerte, queda la certeza del amor que dejó la persona amada, pero cuando es la vida misma quien arranca, no queda más que la aridez del desierto. Y es en pleno desierto donde la mente se agudiza y todo lo vivido adquiere una tonalidad distinta, más sincera, más real, donde se ve aquello que nunca fue visto con claridad.

Juro que jamás podría haber esperado una traición como esa, un apuñalamiento tan sanguinario después de haber estado lamiendo mis heridas horas antes. Y con cada gota de sangre que caía, un recuerdo se plasmaba ante mis ojos, aquello a lo que no diste importancia, aquello que achacaste al momento vivido, aquel gesto que nunca te inspiró confianza,

Así pues, mejor morir y matar para comenzar a vivir.

sábado, 9 de julio de 2016

Púas de acero

Me desperté empapada en sudor. El mismo sudor que los finos granitos de arena aprovecharon raudos para sellarse a mi piel, algo rojiza por el sol. El atardecer proporcionaba su fiel y eterno mensaje de que un nuevo día llegaba a su fin. Casi instintivamente me incorporé dispuesta a dar caza a cada uno de los rayos de Sol que restaban al día, poderlos guardar en mi corazón, como ya había hecho en anteriores ocasiones, siempre al ocaso, por supuesto. Has de aprender Cocó, que en los atardeceres se aprecia los detalles que el sol ciega durante el día, que el corazón abre su candado para que las heridas y los suspiros de alegría y alivio se hagan conscientes... ya que como animales racionales que somos, es lo que necesitamos.

En mi paseo por la orilla, mientras las olas jugaban a atraparme los pies y llevarme a su universo de agua y sal, comencé a pensar.

¡Qué difícil puede resultar intentar escudriñar la preocupación de aquel quien, en soledad, pretende afrontar y confrontar todos sus problemas, miedos (que por su mutismo bien podrían llamarse tabúes) y dudas!

Pero aún más difícil es el hecho de intentarlo aun cuando el individuo en cuestión proyecta sus defectos, esos que tanto hieren, como púas de acero incrustadas en un escudo ante ningún ataque. Acariciar cada una de esas púas sería fiel trabajo de todo suicida que no aprecie su vida. De todo aquel y el mío.

Dime Cocó dónde queda el orgullo herido, la ira incontenible, los segundos de odio y frustración...Cuando el corazón perdona la inquietud.

Ante tal situación solo resta aportar la tranquilidad necesaria ante el problema y la objetividad precisa ante la duda. A fin de cuentas, si el amor es incondicional... ¿Quién es la vida para proporcionar condición?

martes, 11 de agosto de 2015

A mi alma en cristales

Como si se partiera el alma en fragmentos. Como si se resquebrajara en mil pedazos como una vasija de cristal que haya en el suelo su final más estruendoso debido a un juego de niños. Y como si al oír esa prolongada expiración del cristal un inocente bebé aplaudiera pidiendo más animación.

Así es como el corazón se hiere, así es como el pecho se fragmenta cuando la realidad supera a toda ficción, cuando una frialdad prolongada consigue con su escarcha arañar tu calor. Pero calma. Que el tiempo cura y la vida aprieta. O eso dicen. Y si eso no ocurre; que nadie se alarme, de secretos de amor las tumbas saben mucho.

Qué maldita fue la hora Cocó, en que uno de los dos miró con más amor a la escarcha que al fuego de los ojos que atendían a su boca. Qué maldita esa hora.




sábado, 8 de agosto de 2015

Amor amigo, amor amado

Tenía que hablarte Cocó, de la de suspiros que lanzamos al aire como forma de alivio a una tormenta interior. Y que no importa si fuera nieva, graniza, o los pájaros abren el pico asfixiados por el bochorno del verano.

En esta vida, pequeña Cocó, hay días en los que en nuestro interior Zeus y Poseidón liberan una batalla colosal mientras mantenemos una cara de ultrajada armonía. Hay días, mi amor; en los que no hay más compañía que la de uno mismo, por más que tantos ofrecieran su mano amiga.

Es momento de confesión, es momento de contarte que perdí los pilares que tan asentados creí, es momento de admitir que aquellos pasos que aun invisiblemente permanecían a mi lado se esfumaron en su naturaleza visible e invisible. Y sólo me queda la mirada del espectador plasmada sobre otras vidas, sobre otras películas pues, la mía, ha quedado en prolongado pause.

Quizá es la vida misma o el propio destino quien frena tu vida para cambiarla a un rumbo mejor o simplemente distinto. Quizá lo hace porque ya ese camino no puede aportarte nada, porque a veces se requiere un cambio de aceite para que los engranajes continúen funcionando.



Has de saber, que tanto amor albergué para cada uno de esos pilares, que ni odiarlos una pizca puedo. Firmes son los poetas que así han proclamado: ¡lo contrario al amor no es el odio! Y qué gran verdad. Un sentimiento tan pasional como es el odio no puede ser opuesto a una realidad reinante a un amor que por definición jamás pasará, ya que si el amor se transformara en odio cada vez que la vida así parece proponerlo, el mundo habría sucumbido a la oscuridad inmemoriables tiempos atrás.

Mas cuando se te va de la vida un amor amigo o un amor amado, se le queda un vacío a uno mismo como cuando uno no sabe qué hacer con sus manos; como si se sintiera desorientado en un mundo que ya no es el suyo.


martes, 14 de julio de 2015

A mi vuelta nuestro camino.

Disculpa Cocó, la vida me ha atado a mi pesar más de lo que yo quisiera, y me ha privado de la libertad que tanto me da la pluma sobre el papel en forma de pantalla y tecla.

No quisiera por menos que relatarte cuantas cosas me han ocurrido, mas innecesarias todas son, cuando solo quedan en negrita y subrayado, aquellas que tanto atisban a enseñarte, pequeña; que en la vida no hay más rosas sin espinas y que todo camino no es exento de baches.

Has elegido, (o bien el destino y tu naturaleza te ha llevado a ello), poner en práctica la vida de los sensibles, la vida de los inocentes que tan intensamente viven los acontecimientos que son realmente los que les dan la vida, los que les mantienen despiertos a veces en un mundo totalmente apático.

Así pues, recorreremos; juntas de nuevo este camino de sensibilidad, repleto de rosas que hieran y laman nuestros pies.


martes, 28 de abril de 2015

Siervos en pie

Y éste va por ti. Por ese sentido de la responsabilidad. Por esa noción de familia. Por la fidelidad a tus valores. Por atender la llamada ahogada de socorro. Por decir no a los deseos de una vida cuando se te precisa en otro lado.

Hay grandes corazones que laten en busca de más humanidad. Laten y se debaten entre miserias que por el hecho de nacer no son las que les correspondía vivir. Y sin embargo ahí están, entre látigos de enfermedad, entre manos jóvenes ya desgastadas por las durezas del entorno, entre incomodidades que no eran las que acostumbraban. Y sin embargo ahí están; felices inmersos en una cultura distinta, dueños de una experiencia sin parangón, con un corazón brillante de vida.

Existe un latir distinto. El del sentido del amor y la responsabilidad. El de saber estar cuando se le requiere. El de asegurar un entorno fiel a aquellos que se refugian en tu aura. El de decir sí, cuando todos tus deseos van en otra dirección. Créeme que ese latir es más profundo que el de muchos. Créeme que ese latir, te hace más humano de lo que seguramente te gustaría demostrar. Créeme que ese latir pone de manifiesto el cómo todo tú, rebosas en valores.

Y es que te aseguro Cocó, que no es más humano quien llora al ver la desgracia sino quien sin llorar utiliza una mano para dar apoyo y sustento y la otra, para obrar en la causa.