Anclas que viajan contigo

Anclas que viajan contigo

miércoles, 25 de marzo de 2015

Un tiempo deshecho para un nuevo vivir.

Les oí comentar que no es lo mismo ocho que ochenta. Yo ahora puedo decirles que ni ochenta... ni treinta. Que los giratiempos para no perder el tiempo se quedaron en los relatos de fantasía. Ahí, bien guardados a salvo de una mortal pérdida de tiempo inmaterial, apersonal, impersonal, ni tuyo, ni tampoco mío. Cuánto ni menos entonces habría de haber un nosotros.

Pero ahora todo ello queda atrás. Que la vida es una sola y tenemos que vivirla. Que los estadios rugen con una pasión que queda silenciada en la vida. Qué paradoja. Puertos, aeropuertos y estaciones viven día tras día lágrimas entre besos, sonrisas entre almas desgarradas por la marcha. Y qué suerte aquellos que se permiten el lujo de llorar frente al que se marcha. O frente al que ese queda. Que los billetes de regreso pueden ser tan benditos como malditos.

Quizá Cocó, eso es porque en cada lugar que sonreímos, en cada mirada que nos da un pedazo de confianza, en cada momento que convierte nuestras entrañas en alegría, o incluso transforma nuestra piel en fuego... Nos dejamos un trocito de corazón, algo tan íntimo nuestro que sangra cuando se desprende, que derrite el hielo que a veces nos recubre, tiñéndolo todo de la tonalidad más elegante, de la más humana de todas.



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