Anclas que viajan contigo

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miércoles, 15 de abril de 2015

Entre secretos de azoteas

Como cuando no te atreves a frenarlo. No te atreves... o no quieres. Y sé que nos dirigimos en espiral hacia una fecha de caducidad. La de un vuelo con destino a cualquier otra parte en la que uno de los dos comienza de cero y el otro como punto y aparte. Pero eso, lo viste antes que yo.

Como cuando dudas entre el calzado que ponerte en un día gris. Como la certeza de un miedo a la confesión de unos sentimientos que escapan de las manos. Como la incertidumbre de si lo entrevisto es verdaderamente real, realmente verdadero.

Pero cuando el contenido desborda el continente...¿Qué se supone que se debe hacer? ¿Qué no harías tú Cocó, sino vivir egoístamente las experiencias que te fueron reservadas a un futuro visiblemente inexistente?

Eso te preguntaba yo, desde la distancia, mientras las lucecitas que veía desde esa azotea me guiñaban, cómplices; sus ojos de luz; sabiendo que toda yo era bienvenida a esa ciudad, a ese balcón, con mi derrame de sentimientos, con mis idas y venidas entre sus parpadeos y los otros ojos, esta vez más humanos, más cómplices, menos charlatanes, pero con más significado. Si es que eso es posible.


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